Así funcionan los satélites que utilizamos cada día sin saberlo

El 4 de octubre de 1957, en un remoto lugar de Kazajistán, una esfera de aluminio de 58 centímetros de diámetro y 83 kilos de peso hizo historia. No ella sola, claro. Hicieron falta un buen número de ingenieros, científicos y, por supuesto, militares. En plena Guerra Fría y en la Unión Soviética en cualquier evento importante tenían que estar los militares. Y este era muy importante: porque aquella esfera, bautizada como Sputnik (“compañero de viaje” en ruso), se convirtió ese día en el primer satélite artificial que el ser humano puso a orbitar alrededor de la Tierra. Poco tiempo después, en marzo de 1958,  llegaría el Vanguard de la NASA, que el líder soviético Nikita Kruschev calificó de “pomelo”  por su forma, en un intento de ridiculizar los logros estadounidenses. Era el comienzo de una carrera espacial que se convirtió en reflejo de la rivalidad contrarreloj entre las dos grandes superpotencias.

Desde el mismo momento en que el Sputnik fue lanzado, la Red de Vigilancia Espacial (SSN por sus siglas en inglés) comenzó a registrar cada objeto fabricado por el hombre mayor de 10 centímetros puesto a orbitar alrededor del planeta, así como la basura espacial correspondiente a cada país. Desde entonces ha anotado 24.500 objetos en su archivo. En la actualidad hay unos 8.000 aparatos artificiales de distinto tamaño dando vueltas alrededor de la Tierra, 3.000 de ellos satélites.

José Guillamón, de Airbus Space España, asegura que la importancia de los satélites en nuestra vida cotidiana es tan importante que “no podríamos vivir sin ellos”. Y, efectivamente, resulta difícil imaginar un mundo sin GPS, predicciones meteorológicas o señales telefónicas en puntos remotos. Desde allá arriba, a cientos de kilómetros de distancia sobre nuestras cabezas, estos ingenios velan por nuestra seguridad ante accidentes como catástrofes naturales. Guillamón está involucrado en el programa Copérnico de la Agencia Espacial Europea, el programa de observación de la Tierra más ambicioso de la historia. Su objetivo es aportar información precisa, actualizada y de fácil acceso para mejorar la gestión del medio ambiente, comprender y mitigar los efectos del cambio climático.

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